«Hay momentos que cambian la vida para siempre. El mío llegó un día cualquiera, cuando frente a mi puerta apareció mi primera moto: una Honda XRE300 Adventure. Sin haber manejado nunca una moto, supe que había comenzado un viaje sin retorno.»
Hace un año que convivo con mi Honda XRE300 Adventure. No es solo un medio de transporte, es mi caballo moderno de acero, metal y plástico. Con ella aprendí a manejar, a perderle el miedo a las caídas y a escuchar los consejos de los que saben más.
Claro que uno sueña con una Africa Twin, una GS800, una Ducati Desert o una Yamaha Ténéré… pero aprender a valorar lo que está al alcance también forma parte del viaje. Y dentro de mis posibilidades, la XRE300 fue la mejor elección.

Elementos clave (modificaciones y equipo técnico)
Elementos clave (modificaciones y equipo técnico)
A lo largo del año le fui sumando mejoras para protegerla y adaptarla a mi estilo de viaje:
Crash bar GBS.
Cubre cárter AMX.
Cambio de manijas de freno y embrague.
Protector de faro.
Protector de motor.
Cubiertas originales Metzeler Enduro 3 (aún resistiendo).
Consejos prácticos (aprendizajes del uso)
Consumo de combustible: a máxima exigencia (110 km/h) consume aprox. 13 km/L, pero si dosificás el acelerador podés estirarlo a 24 km/L.
Comportamiento en ruta: se siente la falta de una sexta marcha, aunque responde con solidez en viajes largos.
Terreno ideal: ama salir del asfalto; los caminos de tierra son su hábitat natural.
Suspensión: copia el terreno de manera impecable, brindando seguridad en ripio y tierra roja.
Recuerdo mis primeras vueltas: una semana y media recorriendo mi barrio, aprendiendo a embragar y a jugar con los cambios. Después llegó el primer gran reto: animarme a ir hasta mi trabajo en moto. Cada día, poco a poco, la XRE dejaba de ser un objeto para convertirse en mi compañera.
Las primeras caídas, por suerte, fueron en arena y barro. Levantar la moto me enseñó resiliencia, a sentir su poder y a descubrir también el mío. Me mostró la enorme capacidad humana de adaptarse y sobrevivir, de expandir los límites de lo imposible bache a bache, caída tras caída. Aprendí que contemplar la vida desde un casco sobre una moto es como explorar el mundo en un caballo de metal: seguimos un mapa digital, pero con la misma algarabía de los viejos exploradores.
